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La Sublime Belleza del Ártico: Reflexiones ante lo Imponente

El Ártico, con su vasto desierto de hielo y su paisaje inmutable, es un lugar que evoca emociones intensas. A pesar de su belleza sobrecogedora, este territorio inhóspito también despierta una sensación de temor, una emoción profundamente conectada con la percepción humana del “sublime”. Pero, ¿qué significa exactamente lo sublime y cómo nos relacionamos con el miedo cuando nos enfrentamos a la naturaleza implacable del Ártico?

Descubrí el concepto de lo sublime cuando estudiaba literatura en la Universidad de Buenos Aires. Un día, mi profesor habló de esta idea y puso en palabras la sensación que sentía cada vez que miraba el mar o las montañas. Cuando llegué al Ártico y contemplé no sólo sus bosques infinitos, sino también los cielos cubiertos de estrellas, me di cuenta de que todo este escenario podría ser descrito con este término.

En este artículo, quisiera explorar el concepto filosófico de lo sublime y su relación con la naturaleza del Ártico. Además, me gustaría adentrarme en cómo este contacto con lo grandioso y aterrador puede influir en nuestra psicología y nuestra percepción del mundo. Tal vez, la exposición de esta idea puede ayudarlos a ustedes tanto como me ayudó a mi hace varios años.

¿Qué es lo Sublime?

El término “sublime” se refiere a una experiencia estética que combina lo impresionante, lo vasto y lo aterrador. En la filosofía, especialmente en las ideas de Edmund Burke y Immanuel Kant, lo sublime es ese estado que provoca una mezcla de admiración y temor. No se trata solo de belleza, sino de una belleza que nos desborda, que nos hace sentir pequeños e insignificantes frente a la magnitud de lo que estamos contemplando.

En este sentido, me parece que el ser humano relaciona lo sublime con fenómenos o catástrofes naturales. Por ejemplo, un huracán tiene un efecto atemorizante, pero también es considerado sumamente bello por su fuerza y su magnitud. Lo mismo nos sucede con los tsunamis, tormentas, el universo, el mar, etc.

Edmund Burke, en su obra “A Philosophical Enquiry into the Origin of Our Ideas of the Sublime and Beautiful” (1757), describe lo sublime como una experiencia estética que nos lleva más allá de lo meramente bello:

“Lo sublime es todo aquello que puede provocar una sensación de grandeza, ya sea a través de la magnitud, el poder, o la oscuridad, que nos hace sentir la pequeñez de nuestra existencia y nos llena de admiración y miedo a la vez.”

En términos kantianos, Immanuel Kant, en “Crítica del juicio” (1790), también explora lo sublime y lo vincula con nuestra capacidad de razonar frente a lo infinito y lo imponente. Para Kant, lo sublime tiene una dimensión moral que nos eleva por encima de nuestra naturaleza física:

“Lo sublime no es el objeto en sí mismo, sino el efecto que produce en nosotros al ser confrontados con la idea de algo infinitamente grande, que sobrepasa nuestra capacidad de comprensión y nos enfrenta a nuestra propia limitación.”

La Imponente Naturaleza del Ártico: Un Ejemplo de lo Sublime

El Ártico, en este sentido, es también un escenario de lo sublime. Los bosques frondosos que parecen no tener fin ilustran a la perfección este sentimiento de sabernos pequeños ante algo que es inmenso. De la misma manera, las auroras boreales y los cielos estrellados atestiguan la inconmensurabilidad que representan.

Todo en el ártico parece ser magnífico, eterno y profundo: los árboles desnudos, los lagos congelados, la noche polar, el silencio y la soledad abrumadora. Todos estos fenómenos nos hacen sentir que somos simplemente humanos y que muchas cosas están totalmente fuera de nuestro control. En este sentido, también podemos pensar en las temperaturas gélidas que caracterizan a Laponia. Por un lado, el clima ártico es el responsable de la belleza de los paisajes blanquecinos. Pero, por el otro, dificulta la supervivencia y a veces puede ser hasta peligroso para los humanos.

Lo sublime de las condiciones presentadas por el ártico expone la imposibilidad de controlar las fuerzas naturales. Tierra de suma belleza, este lugar es también despiadado y muchas veces inaccesible. Sin embargo, es esta crueldad de la naturaleza la que resulta fascinante y nos hace darnos cuenta de nuestra vulnerabilidad.

El Miedo Frente a lo Sublime en el ártico

El miedo es una emoción natural cuando nos enfrentamos a lo sublime. Durante mi primera temporada en el ártico, los fenómenos naturales me causaron miedo y admiración al mismo tiempo. Había algo en la blancura de la nieve y en el viento seco que me fascinaba pero que también me atemorizaba. Las temperaturas de -50°C nos dieron un cielo bellísimo, pero también pusieron en peligro nuestra vida.

En el ártico, es necesario aprender a establecer un equilibrio entre el respeto y la admiración por la naturaleza. Si creo que es uno de los lugares más hermosos de la tierra, pero también es uno de los más crueles y despiadados. En este sentido, son numerosos los casos de frostbites en cada temporada y el frío es el peor enemigo para el ser humano en estas tierras.

El viento gélido, las tormentas y la noche polar contribuyen a una sensación de vulnerabilidad que nos acompañó durante todo el invierno. Era como si los bosques que se extendían infinitamente nos recordaran que no somos más que visitantes y que no pertenemos ahí. De hecho, durante toda la historia, las poblaciones que habitaron estas tierras tuvieron que luchar permanentemente contra el frío y el invierno de nunca acabar.

La vulnerabilidad y el miedo, en este sentido, se traducen como una reacción ante lo incontrolable de la naturaleza. Ahora bien, este tipo de miedo no tiene que ser necesariamente negativo, sino que puede ser una respuesta evolutiva que nos hace más conscientes de nuestros límites y nuestra relación con el entorno. Este miedo, al ser confrontado, también puede desencadenar una sensación de asombro y una apreciación más profunda por la naturaleza.

En este sentido, Burke también señala que el miedo nos permite experimentar lo grandioso a través de nuestra vulnerabilidad. Según él:

“El terror, aunque se derive de algo negativo, en su expresión sublime se convierte en algo positivo, al hacernos conscientes de nuestra fragilidad y, a la vez, de nuestra capacidad para admirar y contemplar la grandeza.”

Cómo la Naturaleza del Ártico Nos Enfrenta a Nuestros Propios Límites

Si bien el Ártico nos genera “miedo” y nos expone nuestras propias limitaciones, también nos permite reconocer nuestra capacidad de adaptarnos y sobrevivir. Según Kant, lo sublime nos hace conscientes de las límitaciones a través del contraste, pero también nos eleva moralmente:

“Lo sublime nos recuerda que nuestra capacidad para comprender lo infinito y lo grande trasciende nuestra naturaleza sensible y nos conecta con una dimensión moral más elevada, más allá de lo físico.”

El contacto con lo sublime nos recuerda que hay muchos aspectos que están fuera de nuestro control. Ya sea eventos como la muerte o fenómenos naturales que nos asombran. Sin embargo, esta plena aceptación de nuestra falta de control y de nuestra insignificancia puede también ser liberadora. Al abrazar lo desconocido y dejarnos llevar por el acontecer, podemos ser más conscientes de la belleza y de la magnitud del mundo que nos rodea.

Por otro lado, esta experiencia también tiene un componente transformador. En términos psicológicos, el contacto con lo sublime puede ser una herramienta para el crecimiento personal. Nos enseña a afrontar nuestras emociones de miedo y asombro, a abrazar lo desconocido y a encontrar belleza en lo imponente y lo aterrador.

Como dice Burke, la experiencia sublime puede tener efectos catárticos y profundamente formativos:

“El sublime nos eleva, no solo por su grandeza, sino también por su capacidad de desafiarnos, de movernos más allá de nuestros miedos y limitaciones.”

Conclusión

Vivir en el ártico te obliga a admirar la belleza de la naturaleza, pero también a aceptar los propios límites impuestos por la condición humana. En este sentido, el frío, la amplitud, la soledad y la oscuridad son fenómenos que caracterizan a este paisaje, pero que también nos imponen un perpetuo límite. De alguna forma, la naturaleza nos hace saber que somos solo visitantes y que somos seres minúsuclos comparados con la grandeza de los bosques blancos.

Sin embargo, la crueldad que puede definir a la naturaleza en esta parte de la tierra es solo otra cara de la misma moneda. Justamente, para poder apreciar aún más el lugar en el que estoy creo que tuve que aceptar el hecho de estar viviendo en condiciones que muchas veces son extremas para la vida humana.

En este sentido, el miedo y el respeto no son emociones que me separan de la naturaleza del ártico, sino que me invita a conectar con mi entorno. Acepto que mi paso por este planeta es irrelevante para los árboles viejos que me rodean, que se mantienen firmes a pesar de la crudeza del invierno. Sé que, de sufrir una hipotermia, Laponia no se va a detener por mí. Y está bien.

Vivir en Laponia me ayudó a aceptar la idea de nuestra insignificancia y me llevó a poder admirar estos fenómenos naturales con total humildad, dejando mi ego de lado. Saber que somos seres limitados y finitos, que podemos quebrarnos ante el frio o la oscuridad. Pero, esta aceptación me hizo conectar más con mi entorno y con la idea de que estamos rodeados de belleza ancestral que no podemos llegar a comprender con nuestros cinco sentidos. Y está bien.

2 Comments on “La Sublime Belleza del Ártico: Reflexiones ante lo Imponente

  1. Hermosa reflexión del concepto de lo sublime y me encanto la aceptación de nuestro rol frente a la naturaleza en toda su extension. Brillante exposición.

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