La noche polar en la región de Laponia es un periodo en el que el sol no se eleva por encima del horizonte durante semanas o incluso meses. Esta oscuridad continua crea un ambiente místico y espectacular, pero también plantea retos psicológicos profundos para quienes la experimentan.
En esta oportunidad, quisiera hablar de mis dos temporadas en la región de Laponia y de los cambios que experimenté en mi cuerpo y en mi mente durante la noche polar. Sobre todo en este periodo, cuando no vimos el sol por más o menos un mes, las implicaciones a nivel psicológico y físico fueron grandes.
Pero, como dicen, la noche no es eterna y llega por fin a su final a mediados de enero. Lo interesante de esta experiencia, para mí, fue el descenso anímico a nivel colectivo y las estrategias humanas que presencié en el resto de mis compañeros y housemates. Vivir en la noche eterna fue un viaje silencioso a las profundidades de mi mente. La oscuridad reveló las sombras y las carencias de todos los que estábamos presentes.
Fenómenos naturales durante la noche polar
Durante la noche polar, la luz del sol desaparece, pero esto no significa que la oscuridad sea absoluta. En los días más claros, la nieve refleja la escasa luz del crepúsculo. Al mismo tiempo, el cielo se tiñe de rosa o de un color violáceo, como un atardecer que dura horas. Otro fenómeno característico es la llamada “luz azul”, un resplandor tenue y azulado que aparece en el horizonte durante las pocas horas de claridad.
No hace falta mencionar la aparición de las auroras boreales, fenómeno que atrae a miles de turistas de todo el mundo. Durante la noche polar, debido a la cantidad de horas de oscuridad, es más fácil verlas cuando la noche está despejada.



Impacto psicológico
Si bien la noche polar puede parecer fascinante desde una perspectiva estética, su impacto en la salud mental es innegable. La falta de luz solar afecta los ritmos circadianos, alterando el sueño y reduciendo la producción de serotonina y melatonina, neurotransmisores clave para el bienestar emocional. Como consecuencia, muchas personas experimentan lo que se conoce como Trastorno Afectivo Estacional, una forma de depresión relacionada con los cambios de luz y estación.
En mi experiencia trabajando en Laponia, fui testigo de cómo la ausencia prolongada del sol afectaba tanto a los residentes como a los trabajadores estacionales. Muchas personas mostraban signos de fatiga constante, irritabilidad y una profunda sensación de melancolía.
Muchos se refugian en el alcohol, otros en relaciones superficiales para tener algún cuerpo que abrazar durante las largas y frías noches. Algunos buscaban trabajar de forma excesiva, socializar con cualquiera que tuvieran enfrente, ir al gimnasio todo el tiempo. Las estrategias eran diferentes, pero el factor común era el mismo: nadie podía simplemente sentarse y disfrutar el momento presente sin buscar evitar la oscuridad.
Algunos tomaban vitamina D para suplir la falta del sol, otros comían o bebían café en exceso. Pero todos, cuando llegaba el momento de irse a dormir y de estar finalmente solos en aquella oscuridad que habíamos intentado durante todo el día, enfrentábamos los demonios que aquella penumbra parecía liberar.
Muchas veces, cuando caminaba por los pasillos de mi casa, no sabía si me cruzaba con un compañero o con su Sombra, en el sentido psicológico que Jung le otorga. No sabía si era la persona con la que trabajaba o si era su alter ego oscuro y perturbado, que había sido liberado para que vagara por todos lados.
Era como si la noche eterna hubiera iluminado, paradójicamente, los recovecos más oscuros de nuestra mente, que nos empeñamos en ignorar. Pero, cuando nos encontramos en Laponia y con la inmensidad de aquella noche que duró varias semanas, nos dimos cuenta de que no podíamos escapar a los fantasmas de nuestra mente y que era necesario sentarse en aquella disconformidad y enfrentarlos.
Adaptación y Supervivencia en la Oscuridad
A pesar de los desafíos, los habitantes de Laponia han aprendido a adaptarse a la noche polar. Crear ambientes acogedores, con velas, mantas y reuniones entre amigos para hacer frente a la oscuridad con calidez y compañía son algunas de las estrategias. El contacto con la naturaleza, incluso en condiciones extremas, también juega un papel crucial. Las caminatas bajo la aurora, el esquí y las saunas tradicionales ofrecen un refugio tanto físico como mental ante la falta de sol.
Sin embargo, muchos locales aún luchan contra la falta de luz y el aislamiento. Por este motivo, en Finlandia y en Suecia el consumo de alcohol está muy regulado y no es fácil acceder a él. De hecho, en el pueblo donde pasé cuatro meses, solo vendían cerveza. Para conseguir algo más fuerte, teníamos que ir a otra ciudad y buscar un lugar que estuviera destinado a la venta de alcohol. Siempre mostrando el documento y pagando un precio demasiado alto por una botella de vino que en otros países de Europa estaría un tercio de ese dinero.
Para quienes llegan desde otras partes del mundo, adaptarse puede ser un proceso difícil, pero no imposible. Mantener una rutina estructurada, exponerse a la luz artificial adecuada y cuidar la alimentación son estrategias esenciales para sobrellevar este periodo. También me ayudó aprovechar las pocas horas de luz que teníamos para salir a caminar o simplemente para observar el cielo y poder establecer cierto marco de referencia temporal.
Luz y oscuridad
La noche polar en Laponia es un fenómeno impresionante que ofrece una perspectiva única sobre la relación entre el ser humano y la naturaleza. Aunque la falta de sol puede representar un desafío significativo para la salud mental, también nos enseña la importancia de la resiliencia y la adaptación. En la oscuridad más profunda, la luz más pequeña adquiere un significado inmenso, y es ahí donde aprendemos a valorar la calidez de una conversación y la fortaleza del espíritu humano.



En mi caso, aprendí que la clave era aceptar la oscuridad en lugar de resistirse a ella. Para sobrevivir a la noche polar, me senté con mis emociones exacerbadas y con la incomodidad de mis propios pensamientos. Me pregunté qué estaban diciéndome y qué tenía que aprender sobre mi misma. No intenté esconderme detrás de vicios ni de utilizar a personas, simplemente aprendí a ver la belleza de esa Sombra que me acompañaba con cada paso que daba.
Porque sí, la noche también me alcanzó y sacudió mi espíritu desde su interior, pero no me quebró. Simplemente, con el transcurso de los días, aprendí a aceptarla y a verla como una maestra que me ayudaría a iluminar mis heridas que debían ser sanadas. Sin haber atravesado esa incomodidad, no podría haber alcanzado aquel conocimiento sobre mi misma.
Hoy, a mitad de febrero, la noche polar ya concluyó y hoy vemos el sol al menos dos horas todos los días. Nos sentamos afuera simplemente para admirarlo y para disfrutar de esa luz que, en esta parte del ártico, no es tán cálida. Pero no importa, porque podemos apreciar su belleza y celebrar aquellas dos horas en las que podemos festejar la salida del sol como si fuese un fenómeno de lo más extraño.
Es como si esa noche eterna lo hubiera trastocado todo y hubiera instaurado un nuevo orden. Con lentitud, todo volverá a la normalidad. Pero, por ahora, después de un largo periodo de oscuridad y de fantasmas vagando por toda la casa, nos limitamos a celebrar el hecho de haber vencido a nuestras propias sombras y de haber vuelto a la luz, aunque sea solo por una corta cantidad de tiempo.
Si te interesa saber más sobre la vida en Laponia, podés leer mi artículo sobre las nubes polares estratosféricas!
Nadia hermosa sos mi hippie preferida,nunca imagine el camino al que te dirigias. Sos LUZ . Te felicito mil y una vez. Tu vejez será de ensueño, no todos tenemos las mil y una noches propia para contar. 💖💖💖💖
Gracias Lili, me encantan tus palabras. Nos vemos pronto 🙂