Visité Split por primera vez en el 2020, cuando apenas tenía unos euros en la cuenta y ni siquiera me imaginaba que mi historia con Croacia estaba recién comenzando. Había escuchado a mi abuela hablar sobre dicha ciudad una innumerable cantidad de veces. Casi todos mis bisabuelos croatas venían de la región de Dalmacia y todos, incluso en Argentina, seguían hablando de la belleza y del legado cultural de Split.
Cuando menciono a la cultura de Split no solo me refiero al Palacio de Diocleciano, sino también a la Stari Grad. También a la Riva o avenida principal, el puerto y sus playas color celeste. No me refiero únicamente a un par de edificios, sino a la forma en la que las olas chocan contra las piedras del puerto. Hablo también de los cafés que miles de turistas se toman sentados en la Riva contemplando la inmensidad del mar. Me refiero, al mismo tiempo, a aquella sensación de estar sumido en un viaje temporal que aparece en los pasillos de la vieja ciudad.
En este sentido, cada vez que vago entre los callejones de la Stari Grad, observando las columnas romanas y las iglesias cristianas que conviven de forma armoniosa, la innumerable cantidad de preguntas viene ¿Qué huellas han dejado estas civilizaciones? ¿Cómo han moldeado los cambios culturales y religiosos en este espacio no solo la ciudad de Split, sino también nuestra comprensión de lo que significa el legado de un lugar?
Desde el imperio romano hasta la llegada del cristianismo, el palacio ha sido testigo de la constante transformación de la sociedad. Pero lo que nos deja este proceso de cambio no es solo el impacto físico en las estructuras, sino también un legado intangible. Estos son los ecos de las creencias y las costumbres que marcaron la historia de este lugar y que conviven con armonía. La multiplicidad que ha determinado el legado cultural de Split y sus efectos hoy en día.
La Superposición de Civilizaciones: Huellas que Nunca Desaparecen
Si pensamos en el carácter heterogéneo que define a Split, podemos afirmar que las huellas culturales que encontramos son el resultado de siglos de cambios. El Palacio de Dioclesiano comenzó como una residencia real y una joya del poder imperial. Sin embargo, cuando el cristianismo llegó, el lugar fue transformado de forma radical. Los templos romanos fueron ahogados con iglesias, que intentaron cubrir el pasado imperial. Las esfinges egipcias pasaron a ser vistas como símbolos del paganismo. Muchas de ellas fueron destruidas, como aquella que, sin cabeza, custodia la entrada del viejo templo de Júpiter.
Sin embargo, estas huellas no son simples vestigios de un pasado que parece perdido, sino que son un recordatorio activo de la multiplicidad. Hoy en día, las columnas y esfinges importadas de Egipto, los templos romanos y las iglesias cristianas son marcas visibles de un proceso de cambio profundo. Si bien los cristianos buscaron silenciar las huellas de la religión pagana, las columnas rosas egipcias que se mezclan con los muros levantados en nombre de Dios atestiguan la prexistencia de un pasado que no desapareció del todo.
Lo fascinante de Split, es que el legado no representa un proceso de reemplazo. Es decir, no se produjo una destrucción total de la cultura anterior. Aquellas esfinges sin cabeza representan las huellas de las civilizaciones previas. Cada estructura, cada muro, cada piedra parece tener una historia que contar sobre cómo la cultura romana cedió paso al cristianismo, pero nunca desapareció por completo. Las creencias no se disolvieron, sino que se fundieron con nuevas ideas, creando algo distinto.
El Turismo y la Huella Cultural: ¿Cómo Vivimos con el Legado del Pasado?
Hoy en día, miles de personas visitan Split. En este sentido, el contexto ha cambiado de forma radical. Ya no es aquella pequeña ciudad de la que hablaba mi abuela, sino que es un destino turistico explotado de forma masiva. En este sentido, al contemplar a los visitantes tomando fotos y escuchando historias sobre el emperador Diocleciano, surge la pregunta: ¿cómo vivimos con este legado? ¿Estamos realmente conectados con las historias y culturas que dejaron su marca? ¿O simplemente las consumimos como una atracción más?
¿Sómos conscientes de las millones de personas que caminaron por aquellos mismos espacios? ¿Podemos sentir aquellos abrazos, palabras o lágrimas que fueron allí dados? Como visitantes, ¿podemos realmente involucrarnos con el lugar al que llegamos, más alla de la postal? ¿Somos capaces de ver las huellas culturales de las civilizaciones que pasaron por Split más allá de la superficie? ¿Podemos percibir cómo los romanos y los cristianos dejaron no solo estructuras, sino también formas de pensar y creencias que siguen influenciando la ciudad hoy?



La mezcla entre el legado cultural de Split y el presente de Croacia evoca diversas preguntas relacionadas con la sociedad actual y el turismo. La reflexión es ¿Cómo debemos relacionarnos con el legado cultural de un lugar? ¿Deberíamos simplemente preservar y admirar las huellas que nos dejaron las generaciones pasadas, o también deberíamos cuestionar el significado de esos legados y cómo nos afectan hoy?
¿Qué Hacemos con las Huellas del Pasado?
Mis años viviendo en el país de mis abuelos me mostraron que la fragmentación marcó a Croacia de raíz. La diversidad atraviesa no solo a la ciudad de Split, sino también a la cantidad de imperios que gobernaron estas tierras. El destino de los miles de croatas que, como mis abuelos, emigraron a América en busca de un futuro mejor.
Guerras, conquistas, inmigración e independencia describen a la historia que los croatas heredaron. La historia de este país no es lineal, sino que está definida como una línea fragmentada. Tras la independencia, las nuevas generaciones recibieron el peso de un pasado complejo que, en cierto sentido, volvió a dividir a la sociedad. Algunos nostálgicos de Yugoslavia, otros férreos admiradores de la Unión Europea, todos comparten el patrimonio de la disgregación.
En este sentido, este proceso de transformación no solo es algo que ocurrió hace siglos, sino que sigue sucediendo hoy. Las huellas del pasado nos obligan a confrontar nuestras propias creencias y costumbres. No desaparecen, forman parte de nosotros y de nuestra identidad. Y, a medida que nos sumergimos en la historia de Split o de Croacia, podemos ver cómo esas mismas huellas se mezclan con los valores contemporáneos, el turismo masivo y la globalización.
El Legado Vivo: Split como Símbolo de Continuidad y Cambio
Lo que se puede aprender al caminar por las ruinas de Split es que el legado cultural no es algo que se conserva inmutable. Es algo que se vive y se experimenta, que evoluciona, se adapta y se transforma. No solo el paso del imperio romano y del cristianismo, sino también las guerras y la fragmentación. La independencia, el turismo en masa y la Unión Europea. Un legado que se mantiene vivo y que se mezcla con el presente, resignificándose de forma infinita.
Sin embargo, a veces, las huellas de las antiguas culturas se disuelven entre lo vertiginoso del presente. Así como ocurre con nuestra historia familiar, nos olvidamos de donde vinimos y de nuestro origen. Pero, aunque lo ignoremos, estamos condenados a esta unión con nuestro pasado y con la herencia. No solo a nível político como sociedad, sino también como individuos.
Fragmentados y rotos, nuestra identidad no es una línea recta ni es unívoca. Muchas veces, no podemos ponerla en palabras ni dar cuenta de lo que sentimos. Tal vez, sumirnos algún día entre las calles de una ciudad vieja nos ayude a reconectar con nuestro pasado, con la diversidad y la fragmentación.
Tal vez, un turismo más consciente que favorezca la reflexión nos ayude a percibir el pasado como lo que es: una presencia constante que moldea el presente. Es parte nuestra y de nuestro cotidiano. Las huellas no son monumentos estáticos, sino que son parte de una historia que continúa desarrollándose. Tal como la historia de mis abuelos que emigraron a Argentina, las huellas que dejamos atrás nunca desaparecen del todo.
Si te interesa Croacia y sos también un descendiente, podés chequear mi artículo sobre Croacia y volver a un país que nunca fue mío