Vida Nómade

Dolce Far Niente o Viajar sin Prisa

Introducción: La Revolución del Viaje Lento

En un mundo donde los viajes rápidos y las agendas apretadas parecen ser la norma, hay un concepto que desafía esa mentalidad: dolce far niente — la dulzura de no hacer nada. Esta filosofía italiana, que celebra el arte de relajarse y disfrutar del momento presente, tiene mucho que ofrecer al viajero moderno.

A menudo, creemos que debemos cumplir con aquel imperante impuesto por nuestra sociedad occidental de hacer todo el tiempo. La idea de que si no estamos realizando algo y controlando el acontecer, estamos perdiendo nuestro tiempo. Es como si no pudieramos relajarnos y simplemente dejarnos llevar, confiando en nosotros y en nuestro conocimiento e intuición.

En este sentido, esta filosofía moderna aparece en cada aspecto de nuestra vida, incluída la forma en la que viajamos o nos desplazamos. Como si hubiera una serie de casillas por marcar, nos empeñamos en recorrer la mayor cantidad de destinos en la menor cantidad de tiempo.

Pero, ¿Qué pasaría si pudieramos adoptar un ritmo más lento y libre? En este sentido, me interesa pensar si la filosofía del dolce far niente puede transormar la experiencia del viaje para que sea más significativa y plena.

El Concepto de Dolce Far Niente en el Contexto del Viaje

El término dolce far niente se traduce literalmente como “el dulce hacer nada”. Este concepto no implica una vida sin propósito, sino más bien un enfoque relajado hacia la vida, donde disfrutar del presente y de las pequeñas cosas se convierte en la prioridad. Para los viajeros, esto significa tomarse un respiro y no apresurarse para ver cada atracción turística.

En el camino, me di cuenta de que a veces los viajes más intensos son los menos planificados. Son aquellos caminos dispuestos por el universo que te llevan a encontrarte con vos mismo. Aquellos días cuando te despertás en la misma cama del hostel sin saber bien qué vas a hacer ese día ni a quién vas a conocer.

En este sentido, la idea del dolce far niente habilita la apertura de espacios para que lo desconocido se cuele en nuestras vidas. Esta filosofía permite a los viajeros sentarse a tomar un café o una cerveza en una playa sin ningún tipo de preocupación relacionado con el futuro. Es estar abierto a recibir lo que el universo tenga para ofrecernos en aquel momento, sin expectativas, deseos ni imposiciones.

Creo que el hecho de tener una agenda llena de actividades dificulta que nos conectemos con el lugar que estamos visitando y con nosotros mismos, ya que no estamos situados en un tiempo presente. Nuestra mente está permanentemente pensando en qué debemos hacer después de dicha actividad. En este sentido, viajar sin agenda ni itinerario me permitió no solo tener infinita cantidad de aventuras, sino también llegar a un mayor conocimiento de mi misma y del país en el que estaba viajando.

Los Beneficios del Viaje Lento: Un Cambio de Perspectiva

El dolce far niente tiene el poder de cambiar nuestra relación con el viaje. En lugar de centrarnos en la acumulación de experiencias y recuerdos, nos enfocamos en vivir cada momento con profundidad. ¿Cómo puede esto beneficiar a un viajero?

En primer lugar, hay una notable reducción del estrés. Liberado de la presión de hacer y ver, el viajero puede viajar con mayor soltura. Ya no tiene que tachar nombres en un papel, sino que dicha lista deja de tener importancia y se abraza el acontecer.

En este sentido, hay una mayor conexión con los lugares visitados. El espacio abierto que se genera por una agenda liberada facilita la aprehensión de experiencias y enseñanzas. El énfasis está puesto en las personas y en los lugares, es decir, en lo que está presente en dicho momento.

Por último, en contra de la vorágine que nos impone la mentalidad occidental, el sentarse a hacer nada abre también un espacio para la reflexión. En este sentido, el detenerse y descansar no solo fomentan la conexión con el lugar, sino también con nosotros mismos.

Mi experiencia “haciendo nada”

Cuando mi amiga y yo decidimos irnos a Asia, juramos hacerlo sin ningún tipo de itinerario fijo. Sabíamos que íbamos a visitar ciertos países y qué cosas queríamos hacer, pero no sabíamos en qué orden ni cómo. Es decir, de forma premeditada decidimos fluir con el acontecer y que adoptaríamos el ritmo que Asia nos impusiera. De esta forma, no intentaríamos imponer nuestras preconcepciones ni ideas sobre temporalidades, sino que dejaríamos que Asia nos lleve a dónde fuera necesario.

De esta manera, siento que el camino nos arrastró hacia las experiencias que necesitabamos atravesar, tanto las buenas como las malas. En mi caso, el viaje al sudeste asiático me llevó a cruzar muchos límites que ni siquiera sabía que existían en mi. Fue el camino el que los puso en frente mío y los señaló de forma estrepitosa. Cosas en las que tenía que trabajar y de las que no estaba al tanto.

Muchas veces, abrumada ante el caos de lo que supone viajar en Asia, me senté con mis pensamientos y le pedí al universo que me enviara señales de lo que debería hacer. Me encomendé a aquella fuerza superior que me había puesto en el camino y le pedí que, una vez más, me mostrara el rumbo. Fue entonces cuando las señales aparecieron y me llevaron a Indonesia, por ejemplo.

Fue “haciendo nada” que llegué a conocer personas increíbles y que logré acercarme más a mí misma. No tuve que pasarme horas planeando mi próximo destino, ni tampoco investigando qué haríamos. Simplemente nos dejamos llevar por un período de cuatro meses donde aceptamos la total pérdida de control. Nunca sabíamos en dónde íbamos a terminar ni con quién, pero siempre fueron los lugares y personas correctas.

Fue “haciendo nada” que todo ocurrió y que el viaje fue perfecto en todos los sentidos de la palabra. Si hubieramos decidido viajar aferrándonos a un cronograma, no hubiéramos dado espacio a todas las bendiciones y lecciones que tenían que llegarnos.


Conclusión: Redefiniendo el Viaje con el Dolce Far Niente

Adoptar la filosofía del dolce far niente en tu próximo viaje de backpacking puede cambiar completamente tu perspectiva sobre lo que significa viajar. En lugar de perseguir experiencias y destinos, se trata de vivir el momento, sin la necesidad de llenar cada segundo de actividad. Al permitirte el lujo de “no hacer nada”, no solo enriqueces tu viaje, sino que también te permites la oportunidad de redescubrir lo que realmente importa en la vida.

Recordá que el viaje no solo se mide por los lugares que ves, sino por la profundidad con la que los experimentás. Así que la próxima vez que te encuentres en un nuevo destino, hacé una pausa, respirá y celebrá la dulzura de no hacer nada.

Si te interesa saber más sobre mi viaje en Asia, podés también chequear otras entradas como El Budismo en Tailandia, Bangkok: entre lo sagrado y lo profano o La dualidad del viajero y el prófugo

Dejame saber en los comentarios qué pensas! Los leo

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